Suaves pasos sobre la brecha de un vacío infinito.
Mi bailarina tiene ojos oscuros, bañados con la tristeza de un herido de muerte, quebrada a golpe de crudas certezas. El destino quiso hacer estallar sus sueños, quebrando su mente a golpe de látigo, ahogando sus pulmones en hiel.
Sus rodillas tiemblan, amenazando con fallarles y caer.
Deslizándose sobre los resquicios de su cordura fracturada gira y gira, flotando en círculos sobre si misma, buscando un punto de apoyo que nunca llega. Y las cadenas que la sujetan se hacen cada vez mas pesadas, y sus movimientos cada vez son mas lentos, amenazando con pararse, con precipitarse a ese vacío que le susurra, que intenta seducirla, con todas las mentiras que ella siempre quiso escuchar, y dejarse cubrir al final por el manto del olvido.
Pero mi bailarina encuentra fuerza donde no la hay, porque si bien la vida la ha marcado a fuego, ella arde con la misma intensidad; aprieta los dientes, desafiante, y con un Fouetté en Tournant, rabiosa, se deshace de sus miedos, de sus dudas, sacudiendo las sombras que la intentan aprisionar.
Mi bailarina baila una danza de pasos lentos, en busca del equilibrio perfecto. Y por mucho que yo sufra contemplándola, a través del espejo, a una vida de distancia, no puedo dejar de mirarla.
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